La investigación científica de la diversidad cultural colombiana y sus complejidades, el aporte significativo y de gran valor de la antropóloga Virginia Gutiérrez a la ciencia y la cultura, de la profunda relación que puede tener la historia, la estructura de la familia en Colombia con la actual realidad del país, componen el universo de aportes significativos de esta importante mujer antropóloga, pensadora, que por su valioso trabajo en la ciencia, recibió el reconocimiento de incorporar su rostro en el billete de 10 mil pesos que comenzó a circular a partir de 2016.
Nace en El Socorro el 4 de noviembre de 1921 muere en Bogotá el 2 de septiembre de 1999. Máster en Antropología Social y Médica (1953-1954) Doctora en Ciencias Sociales y Económicas (1962) Educada en Universidad de California en Berkeley (Máster) Universidad Pedagógica Nacional (Doctorado).
En el artículo de reflexión titulado VIRGINIA GUTIÉRREZ DE PINEDA: Aportes al desarrollo del pensamiento social, del conocimiento de la familia y la formación de nación en Colombia. La socióloga Mary Luz Sandoval Robayo y el antropólogo César Moreno Baptista escriben: “Probablemente la vida de Virginia Gutiérrez de Pineda sea una de las más prolíficas e integrales que se puedan tener, envidiable para las mujeres de generaciones posteriores que tuvieron que escoger entre una carrera profesional o la opción de tener esposo e hijos. Su vida es manifestación del proceso de transformación de una sociedad que como la colombiana pasó del tradicionalismo rural de comienzos de siglo XX a una modernidad atropellada e incompleta a finales de los años noventa.
Hablar de Virginia Gutiérrez es hablar de su nacimiento en la provincia, que le dio a la vez la oportunidad de comprender los valores todavía campesinos, una infancia cuyas prohibiciones fueron el acicate para la lectura a escondidas, una personalidad sencilla, poco ruidosa, apacible, pero no con los defectos de la timidez; de una época de juventud que coincidió con una república liberal preocupada por la formación de nación, con la llegada de inmigrantes insignes provenientes de la Europa prefascista y con el arribo de intelectuales que escapaban de la Europa sacudida por el fascismo, dispuestos a hacer empresa académica en tierras americanas; de su juventud que le proveyó —en virtud del mérito producto de sus esfuerzos— del privilegio de estudiar con los mejores profesores de la escuela francesa y de la disciplinada y profunda escuela alemana: un consejo a tiempo para orientarla hacia el estudio de las ciencias sociales, una posibilidad de encontrar el compañero de su vida que compartiría con ella las labores de investigación, los viajes por el país y fuera éste; de unos hijos que no se convirtieron en obstáculo a su labor académica, sino que le dieron plenitud como mujer y madre; de unos obstáculos políticos que durante la república conservadora la impulsaron a viajar fuera del país; de la creación de la Universidad Nacional, que la orientó hacia la educación de otros y a la formación de una corriente de investigación que tuvo como motor desmentir la idea preconcebida según la cual la familia en Colombia era la herencia de una cultura decimonónica hispánica y no lo que ella misma había descubierto en múltiples viajes de exploración por todo el territorio nacional: un crisol de formas afectivas de relación entre mujeres, hombres e hijos. En fin, hablar de esta mujer es también hablar de la historia del país, de la formación de nación, de la historia de las primeras mujeres profesionales, investigadoras e intelectuales colombianas, de la historia de la antropología y de la sociología en Colombia, de la semilla de los estudios sobre las comunidades indígenas, de la familia urbana y rural, de los problemas culturales que se oponían a la racionalidad de la medicina moderna y del descubrimiento de la racionalidad alternativa de la medicina tradicional”.
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