Junto al imponente samán que emerge desde el centro del bello parque de Charalá el grito de libertad del comunero José Antonio Galán se puede escuchar desde el fondo de la historia, inmortalizado en metal fundido, gracias a las manos y talento del escultor santandereano Carlos Gómez Castro que en la década de los años 40 creó la escultura icónica del líder José Antonio Galán quien nació en Charalá en 1749, y en 1781 se sumó a la Revolución Comunera uno de los hitos históricos de estas tierras santandereanas.
José Antonio era de origen humilde, un mestizo, hijo de don Martín Galán, español pobre que anduvo por estas tierras, de ascendencia gallega, contrajo matrimonio con una campesina llamada Paula Francisca Zorro, una mestiza con ascendencia Guane. “Galán sólo aprendió a firmar. Casi toda su vida la dedicó a trabajar como jornalero, pero no llegó a poseer tierra propia. Es poco lo que se conoce de la vida de Galán antes de 1754; tan sólo que se casó y que fue condenado por las autoridades a pagar el servicio militar en el Regimiento Fijo de Cartagena. Por el trabajo en las tabacaleras valoraba el trabajo en equipo y los resultados colectivos y no individualistas, llegó a distribuir tareas con base en cualidades de las personas, las cuales conocía con el diálogo y la confianza en el otro”. Cita textual tomada de la página: Casa de la cultura del Socorro.
El comandante general de las fuerzas comuneras era Juan Francisco Berbeo, en su desplazamiento hacia Zipaquirá, se firmaron allí las denominadas capitulaciones que pretendían dar fin a la revolución comunera.
Berbeo dio orden a Galán de que las obedeciera, pero Galán quien se encontraba en Honda no acogió las Capitulaciones de Zipaquirá, que fueron luego desconocidas por el gobierno español.
Una vez de regreso en tierras santandereanas y con las capitulaciones incumplidas por el gobierno, Galán quiso reunir seguidores para la causa de la revolución y emprender un nuevo viaje hacia Santafé.
El arzobispo Caballero y Góngora inició un plan pacificador que Galán tuvo que enfrentar, como señala John Phelan en su libro sobre la revolución comunera, “El 25 de junio el arzobispo Caballero y Góngora salió de Bogotá en visita pastoral al Socorro, para emprender lo que se complacía en llamar ‘tarea de reconciliación’. (…) Cuatro misioneros capuchinos acompañaban al arzobispo en su visita al Socorro y a los pueblos y aldeas aledaños. Caballero y Góngora no salió de la región del Socorro hasta el 28 de diciembre. El arzobispo y sus colegas adelantaron una verdadera misión para salvar a la región de su ‘infidelidad’. Instrumento importante dentro de esta campaña masiva (…) era una serie de sermones dirigidos tanto a los plebeyos como a los nobles. (…) A las pocas semanas la campaña del arzobispo había logrado sólidos progresos entre patricios y plebeyos. Si Galán, en septiembre, podría contar todavía con algunos adherentes de influencia en ambas capas sociales, la antigua militancia del Socorro estaba ya grandemente erosionada.” Cita.
En el texto de la enciclopedia del Banco de la República se cuenta lo siguiente sobre José Antonio Galán y lo que pasó luego de su desacuerdo por la firma de las capitulaciones. “El 13 de octubre los hombres de Salvador Plata capturaron a Galán y once sus seguidores, en Onzaga. El 16 de octubre, Galán y los suyos fueron encadenados y conducidos a Santafé; por eso mismo, aunque el 20 de octubre la Audiencia ordenó que el juicio y ejecución fueran en El Socorro, los acontecimientos tuvieron lugar en la capital granadina. El juicio comenzó a principios de noviembre de 1781 y al parecer se observaron todas las normas de la defensa, pero el veredicto seguramente estaba determinado desde que se ordenó su captura el 27 de agosto de 1781. El 30 de enero de 1782 la Audiencia de Santafé condenó a José Antonio Galán al “castigo habitual de horca y descuartizamiento para los traidores”. A tres de los tenientes más leales de Galán se les decretó un castigo análogo: Lorenzo Alcantuz, Manuel Ortiz e Isidro Molina. Otros diecisiete galanistas recibieron castigo de 200 azotes en público, confiscación de bienes y envío a los presidios de África. No obstante, de estos personajes se habla mucho menos que de José Antonio Galán.
El 1 de febrero de 1782 se cumplió la sentencia, pero Galán no murió en la horca como ordenaba la sentencia, sino con disparo de arcabuz. El resto de la sentencia se cumplió de acuerdo a lo mandado: El tórax de Galán fue quemado delante del patíbulo, su cabeza enviada a Guaduas, la mano derecha al Socorro, la izquierda a San Gil, el pie derecho a Charalá y el pie izquierdo a Mogotes. Las cabezas de sus tenientes también fueron exhibidas. La sentencia fue leída en villas y ciudades, durante tres días, por mandato de la Audiencia”.
Este líder representa la capacidad de lucha de los santandereanos de espíritu indomable y por estas y otras razones, forma parte del imaginario colectivo santandereano, su ejemplo y decisión frente a las causas que se consideran justas han constituido una construcción cultural capaz de permear los espíritus que habitan estas tierras más allá del tiempo. Entender a José Antonio Galán es acercarse a entender a los santandereanos y visitar Charalá donde el espíritu de este indomable permanece, es una oportunidad única para valorar como la historia no es pasado, sino la oportunidad de construir un futuro más fraterno.
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