lunes, 31 de julio de 2023

San Gil, tierra de ilustres personajes. Pedro Fermín de Vargas


 

En esta oportunidad conoceremos aspectos importantes de la vida de Pedro Fermín de Vargas y Sarmiento (San Gil, 3 de julio de 1762-Nueva York, 1811 o 1813) fue un naturalista y economista colombiano. Educado en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Santafé entre 1776 y 1780, a partir de 1784 se convirtió en discípulo muy apreciado del sabio José Celestino Mutis en su recién establecida Expedición Botánica. Por mediación de tan ilustre mentor obtuvo sucesivos nombramientos como funcionario del gobierno en tiempos de los virreyes Manuel Antonio Flores, Antonio Caballero y Góngora, y José de Ezpeleta. Mientras se desempeñaba como corregidor de Zipaquirá en 1789, en diciembre de 1791 huyó de esa población en compañía de una mujer casada -Bárbara Forero- dejando atrás empleo y hogar.

De la pluma del doctor Raúl Gómez Quintero en su libro “San Gil ¡Grandeza y decadencia de un pueblo!” conoceremos semblantes importantes de la vida de este sangileño.

PEDRO FERMÍN DE VARGAS. EL PRECURSOR DE “EL PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA” (1).

Ese sábado 16 de diciembre de 1791 se debía dar inicio a la Novena de Los Aguinaldos en Zipaquirá, Cundinamarca, como era la costumbre impuesta por los españoles. Pero la noticia pueblerina fue un matutino chisme pasional y faldero: el sangileño PEDRO FERMIN DE VARGAS, quien fungía como Corregidor de la Corona Española en la Provincia de Zipaquirá y Ubaté, se había escabullido con su amante doña BÁRBARA FORERO, la ‘propia’ mujer del hacendado don Ignacio Nieto. El Corregidor había dejado abandonados a su legítima esposa CATALINA VENEGAS y a sus hijos, mientras que la dama había hecho lo mismo con su marido y su prole. La comidilla popular se deshilvanó por completo: ellos eran amantes desde hacía algún tiempo y el único que lo desconocía era el banderilleado marido, que vivía ocupado cuidando sus también cornudas vacas lecheras. Parece que la naturaleza es sabia en este sentido, porque al decir de muchos, ‘ojos que no ven, corazón que no siente’.

PEDRO FERMÍN tenía entonces 29 años; aunque era de regular estatura su fisonomía era atractiva: los ojos tenían el color de la miel hirviente de los trapiches guanentinos; su cabellera negra era frondosa y bien cuidada; su forma de vestir españolizada lo distinguía de la elemental campesina cundiboyacense, y de la escasa clase alta del pueblo; pero su posición social y política lo enaltecía en lo demás, ya que era el representante financiero de la Real Audiencia y por consiguiente del Rey de España, a donde iban a parar los ingentes recursos que se percibían de las minas de sal, que estaban bajo su cuidado. La chismografía popular agregaba que su esposa Catalina no lo secundaba en sus ingenuas ideas libertarias del gobierno español, por la potísima razón que de él hacían parte y usufructuaban algo de ese dominio; aunque no pocos, insinuaban que CATALINA, como es propio de todas las mujeres, si sospechaba de las andanzas sentimentales de su pareja.

A su vez, doña BÁRBARA hacía honor a su nombre por la sin igual belleza heredada del cruce de un bizarro ibérico con una hija de cacique indígena; su estatura física sobrepasaba la de su amante; vestía con faldas coloridas y blusones estocados con finos encajes; cuando se recogía el largo y cuidado cabello lo adornaba con galantería valiéndose de las flores recién cortadas de su jardín; su porte de dama nobiliaria sobresalía entre las enruanadas campesinas. Las viperinas lenguas sostenían, sin saberse cómo y porqué, que hacía rato no compartía lecho conyugal con el finquero don Ignacio. Lo cierto fue, que seis años después, enfrentada a juicio en Santafé (en 1797) por abandono de hogar, se mantuvo en que no volvería a convivir con su esposo.

A partir de este incidente de fondo apasionadamente faldero, PEDRO FERMÍN se convirtió en el personaje neogranadino más buscado y perseguido por el gobierno español, pero no por haber abandonado el puesto oficial de Corregidor de Zipaquirá y Ubaté, ni menos por haberse llevado la mujer de un finquero, sino porque también se había alzado con los dineros del erario púbico de la Corona española provenientes de la explotación de las minas de sal de la región. Y la suma debía ser considerable para poner en calzas prieta a la Real Audiencia santafereña y para optar por una expatriación voluntaria, que no tendría retorno.

Para entonces, el neogranadino más buscado era el venezolano FRANCISCO MIRANDA porque atentaba directamente contra el régimen español, como que era el revolucionario que desde Europa y las Antillas empezaba a enfrentar batallas bélicas reales, atrevidas y hasta temerarias. El otro revolucionario, que era el peor para la Corona, por fortuna ya estaba preso en Cádiz, España y se llamaba ANTONIO NARIÑO, porque se hallaba propagando las doctrinas malsanas de Los Derechos del Hombre y del Ciudadano que habían originado la revolución de Francia en 1789.

PEDRO FERMÍN era un hombre muy inteligente y venía planeando el autoexilio con su BÁRBARA amante; había logrado vender su preciada biblioteca a su amigo y compañero de preocupación emancipadora don ANTONIO NARIÑO, antes que éste fuera apresado; y precisamente con él había fundado la logia masónica “El Arcano Sublime de la Filantropía”, que tenían disfrazada de círculo literario. De Zipaquirá viajó solo a Santafé en donde se encontró con Bárbara y tomaron la vía al Llano cruzando los valles del San Martín y del Orinoco hasta llegar a Puerto Cabello; de aquí zarparon hacia las Antillas con nombres y pasaportes falsos, pues en adelante y por un tiempo se llamarían Fermín Sarmiento y Ana Josefa Arias.

PEDRO FERMÍN DE VARGAS había nacido en San Gil el 3 de julio de 1762, en el seno de una familia acaudalada y pudiente; fue llevado al Colegio Mayor del Rosario de Santafé, en donde se graduó en jurisprudencia, de políglota, economista y botánico, un año después de la grandiosa pero fallida revuelta de los Comuneros. Vale la pena aclarar, que nuestro personaje es homónimo del Pedro Fermín de Vargas, el militar charaleño que acompañó a Bolívar en la guerra por la Independencia, y quien muriera heroicamente en la batalla de El Santuario. Éste fue un militar heroico que ofreció su sangre por la patria; nuestro paisano fue solo un conspirador a ultranza, desde el país de Albión, y no se supo cuándo, de qué, cómo, ni dónde murió.


 

PEDRO FERMÍN DE VARGAS. EL PRECURSOR DE “EL PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA” (2).

En 1782, luego de terminar los estudios en el Colegio Mayor del Rosario, PEDRO FERMIN DE VARGAS fue elegido como colaborador de la EXPEDICIÓN BOTÁNICA que coordinaba el sabio español JOSÉ CELESTINO MUTIS. Por sus buenos contactos con los ibéricos fue llamado en 1784, directamente por el Arzobispo Virrey ANTONIO CABALLERO Y GÓNGORA, (y quien en adelante fue su protector), como cuarto oficial de la Secretaría del Virreinato; y luego, lo recomendó para hacer parte de nuevo de la Expedición Botánica. Este Arzobispo fue el mismo que ayudó a la Real Audiencia a engañar y traicionar a los Comuneros en Zipaquirá y el que copatrocinó los sacrificios de sus líderes Galán, Ortiz, Molina y Alcantuz, entre otros.

En la Expedición Botánica, PEDRO FERMÍN se destacó por su estudio y dedicación, pero puntualmente, por el aporte que hiciera sobre la planta o bejuco llamada Guaco, o según los indígenas huaco, guao o hierba de serpientes. Para comprobar su poder curativo se tomó un brebaje de esta planta y luego se hizo morder de una serpiente, logrando contrarrestar con dicho antídoto el veneno inoculado. Pero, a decir verdad, dicha cura era ancestral indígena y lo que se innovó fue el nombre científico del bejuco: ‘mikana guaco’.

En 1789 PEDRO FERMÍN fue nombrado Corregidor de Zipaquirá y Ubaté por el virrey José Manuel de Ezpeleta y Galdeano, cargo en el que permaneció hasta cuando se fugó en 1791 con su amante Bárbara Forero y se alzó con los dineros del erario público español. La pareja de enamorados vivió en las Antillas hasta 1797 cuando decidieron separarse. En el interregno Pedro Fermín se dedicó a la botánica, a la medicina y a hacer contactos en Europa con los neogranadinos que tenían ideas independentistas de los españoles. Su separación sentimental lo favoreció en cuanto pudo desplazarse a Europa en busca del venezolano Francisco Miranda, con quien entabló amistad personal y política desde el 17 de noviembre de 1797 y hasta 1804; los unía el interés por promover y organizar desde Europa la liberación de las colonias españolas.

Fue a su amigo Francisco Miranda a quien Pedro Fermín reconoció que su aventura amorosa con Bárbara Forero había sido “un extravío imperdonable” porque lo había marginado del proceso revolucionario. Como conspirador, en las Antillas se hizo llamar Pedro de Oribe y en Europa como Peter Smith, utilizando pasaporte otorgado por el gobierno inglés, en procura de su protección.

Existe unanimidad entre los historiadores en cuanto a la influencia ideológica de Pedro Fermín en la formación política de Francisco Miranda: aquel era más visionario, pragmático y conocedor directo de la situación socioeconómica del reino de la Nueva Granada, contaba con la experiencia política y administrativa que había tenido como funcionario e incluso por su amplia formación académica. Ambos presentaron en 1799 a la consideración del Ministro británico William Pitt un estudio -de factura intelectual de Pedro Fermín-, para justificar la ayuda inglesa a la emancipación española “dadas las riquezas del virreinato” y las cuales ofrecían como contraprestación futura.

En 1803 Pedro Fermín empieza a defender la versión de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que había formulado el mallorquí Picornel tomada de los 35 artículos propuestos por el francés Danton en 1793, que eran más radicales y beligerantes que los aprobados por la Asamblea

Nacional de 1789. Esta nueva posición contrariaba o trataba de superar lo expuesto y defendido con Nariño en Santafé, diez o doce años antes.

En esa misma época Pedro Fermín produjo escritos de corte económico y político bien interesantes, como uno dirigido a los ingleses sobre la “Relación sucinta del estado actual de las colonias españolas en la América Meridional”, el “Discurso sobre el río Magdalena” o el denominado “Pensamientos políticos y memoria sobre la población de la Nueva Granada”, en donde sostiene, -apoyando el ideario de Antonio Nariño-, que el gobierno hegemónico de España ha impedido el desarrollo de las colonias, que se hace necesaria una libertad de comercio y la creación de una flota mercantil nacional, que se debe permitir el establecimiento de industrias textileras, de vidrio, de papel, de hierro e incluso la explotación del petróleo; y hasta adelantar la apertura de vías que comuniquen con el río Magdalena. Por esta razón es considerado el iniciador de los estudios económicos en el país y la SOCIEDAD COLOMBIANA DE ECONOMISTAS otorga la Medalla Nacional con su nombre, por haberse destacado como un naturalista de la mano con la Economía Política.

Sin embargo, la piedra de la discordia con el precursor Miranda y lo que ocasionó la ruptura total de su amistad fue la idea sobre la forma de abocar el proceso de emancipación: para Pedro Fermín debía adelantarse desde México en tanto que para Miranda el punto de partida debería ser Venezuela. Y el escrito del sangileño “Memorial sobre la América Hispana y la preferencia que debe darse a México sobre Venezuela y Nueva Granada para una invasión inglesa”, fue el detonante. A partir de entonces, nuestro personaje desapareció de la escena política, y Francisco Miranda no solo logró que su idea de la bandera tricolor se agitara en Venezuela, sino que fuera retomada por Colombia y Ecuador, países que conformarían la Gran Colombia; y que fuera Venezuela la puerta de entrada de la libertad de los cinco países bolivarianos; y más aún, que fuera un venezolano el que empuñara la espada de la libertad. La historia dio la razón a Miranda y a Bolívar: no hubo necesidad de ‘INVASIÓN’ alguna porque los deseos patrióticos eran de ‘LIBERACIÓN’; sencillamente, ¡porque no se quería cambiar de amo!

No se ha podido comprobar la fecha ni el lugar de la ocurrencia de la muerte de nuestro paisano Pedro Fermín de Vargas, pues la disparidad de ciudades es desconcertante: París, Londres, Nueva York o Caracas; muchos creen que murió en 1809 antes del grito santafereño de independencia y otros sostienen que fue en 1811 porque un funcionario no identificado de la Secretaría de la Junta de Caracas, el 11 de febrero de ese año refiere la recién acaecida muerte de Pedro Fermín, sin agregar ningún otro detalle.

¡En las guerras de liberación de los pueblos, es la sangre de los héroes la que permite autenticar la libertad de los mismos, como se sellan con el lacre rojo hirviente los documentos importantes que garantizan su autenticidad!

sábado, 22 de julio de 2023

Esquinas y rincones icónicos de San Gil

Las ciudades se reconocen por sus íconos, si alguien nos habla de Paris inmediatamente viene a nuestra memoria la torre Eiffel. Los pueblos también tienen sus iconos que son esos rincones y esquinas de grata recordación y que cumplen un papel de referencia en nuestra memoria. San Gil tiene esos lugares icónicos que no solo identifican a la ciudad como el parque El Gallineral sino que además regocijan el espíritu ya sea por su humor o por ser lugares imponentes. Todos ellos en su conjunto se pueden considerar patrimonio cultural del municipio. Cualquier pueblo o ciudad no serían los mismos sin estos lugares, ya que no solo son lugares físicos, sino que se instalan en la memoria como una forma de identidad colectiva.   Si  por alguna situación se llegara a perder alguno de estos iconos, se perdería parte de la memoria colectiva de un pueblo, de ahí que cuidarlos y restaurarlos en caso de deterioro es una necesidad de toda la sociedad. Preservar y proteger el patrimonio material, inmaterial y natural es una obligación del Estado y toda la comunidad.  

“El Matachito del Paraguas”.     

“El Matachito del Paraguas” es una pequeña escultura ubicada en las orillas del rio Fonce en la  carrera 11 con calle 12 representa un personaje de historietas llamado Ferd'nand que se publicó por primera vez en 1937 en diferentes periódicos del mundo. Este personaje fue creado por Henning Dahl Mikkelsen, comic  notable por su falta de globos de diálogo, sus aventuras transcurren con su familia: la esposa, su hijo y su perro. En el comic Ferd'nand tiene múltiples trabajos y esa característica le permite tener variadas situaciones de humor.

Este lugar es un ícono sangileño, ya que guarda en su interior significativo,  cierto sentido del humor propio  de los habitantes de estas tierras. Sirve como punto de referencia para todas las personas ya que se apropia como lugar de dirección “topémonos en el matachito del paraguas” suele ser una frase común para cualquier sangileño. 

“El Matachito del Paraguas” es una pequeña escultura ubicada en las orillas del rio Fonce en la  carrera 11 con calle 12 representa un personaje de historietas llamado Ferd'nand creado por Henning Dahl Mikkelsen.
 
“La Esquina del Águila”

Ubicada en la calle 13 con carrera 10, es otro de los íconos de la ciudad. Esta vez se trata de un edificio cuyo corte arquitectónico está lleno de elementos republicanos. Su nombre real es Edificio Rueda ya que fue construido en la década de los años 20 por el señor Leopoldo Rueda Silva. "La Esquina del Águila" deriva su nombre por la enorme águila que está en el extremo superior de la fachada del edificio. 

  “La Esquina del Águila”

 Caracoles de la calle 12 y calle 13

Construidos hace más de 70 años con la intención de facilitar el paso de pronunciada pendiente característica de estas dos calles. Son lugares que permiten por su altura obtener buenas fotografías, porque su elevación destaca el manto de tejas de barro como protagonistas visuales que le dan cierto aire de nostalgia a las imágenes.  

Caracol de la 13

Caracol de la 12. Mural de apropiación comunitaria sobre una obra del maestro Isaias Malavera.

San Gil tiene otros lugares icónicos que destacan por su atractivo turístico entre ellos, el parque El Gallineral, Pozo Azul, Parque La Libertad, Esquina El Americano a un costado del parque principal, la Casa de la Cultura Luis Roncancio, La Gruta, El Cerro de la Cruz, El puente Rojas Pinilla y La Hoja de Tabaco. Todos ellos ocupan un lugar de grata recordación en la memoria y el corazón de los sangileños.

Cerro de la Cruz
La Gruta
Parque La Libertad
    


 

viernes, 21 de julio de 2023

EL COLEGIO SAN JOSÉ DE GUANENTÁ. 199 AÑOS


 

El colegio San José de Guanentá es otro de los símbolos valiosos en la historia y vida de San Gil. Su fundación se hunde en la memoria del país ya que corresponde a los que algunos historiadores han denominado los colegios santanderinos, llamados así porque fueron fundados por Francisco de Paula Santander. En las estampas santandereanas Juan de Dios Arias trae el Decreto del 22 de mayo de 1824 que en su artículo 1°  dice así: “Usando de la facultad que concede al Gobierno el artículo 6 de la Ley de 28 de julio del año 11°, el Colegio de la Provincia del Socorro se establecerá en la Villa de San Gil y se denominará Colegio de San José de Guanentá, con cuyo nombre era conocido el territorio que hoy comprende dicha Provincia, cuando la conquista de los españoles”.  

En esta oportunidad Traemos para conocimiento de nuestros lectores la crónica escrita por el doctor Raúl Gómez Quintero sobre este importante patrimonio cultural y educativo de San Gil.

LA EDUCACIÓN PATRIARCAL

EL COLEGIO SAN JOSÉ DE GUANENTÁ (1)

Por: Raúl Gómez Quintero.

Crónicas de su libro SAN GIL ¡GRANDEZA Y DECADENCIA DE UN PUEBLO! Publicamos dos de las 5 crónicas que el autor dedica a la importancia de este insigne colegio.

A partir de esta crónica, abordaré el tema de la EDUCACION formal en nuestra Villa, desde la época pre republicana y hasta la década del 60 del siglo pasado (siglo XX), lapso en el cual se destacan cuatro centros educativos, que no siendo los únicos, son los más representativos y vigentes; su referencia histórica contextualizada permitirá entender el papel jugado por la educación en nuestra cultura. Son ellos: el Colegio San José de Guanentá, el Colegio de la Presentación, la Normal de Señoritas y el Seminario Conciliar San Carlos. Sin lugar a dudas, el ícono de nuestros institutos educativos ha sido el COLEGIO SAN JOSÉ DE GUANENTÁ, al cual se refiere elogiosamente el historiador Juan de Dios Arias en su libro ‘Reseña Histórica del Colegio de San José de Guanentá’: “No existe, de seguro, en el Departamento de Santander, un Colegio o institución de cualquier otro género, que tenga una historia tan gloriosa e interesante como la del Colegio de San José de Guanentá”. Y en verdad, al rememorar su historia, ello se comprueba fácilmente.

Por el año 1784, un Corregidor de Tunja que visitó la Villa de Santa Cruz y San Gil de la Nueva Baeza, recomendó al Cabildo municipal que estableciera una Cátedra pública de Gramática; la sugerencia fue acogida el 1 de abril del año siguiente (1785); sin embargo, fue hasta el 23 de febrero de 1787 cuando el Cabildo convocó a los interesados en ocupar el cargo de Catedrático en Gramática, el que ganó el joven bachiller del Colegio Mayor del Rosario, de escasos 21 años, José Gabriel de Silva. El inicio académico fue el 4 de septiembre de 1787.

En 1810, cuando se estaba gestando a nivel nacional la liberación del dominio español, el cabildo sangileño convocó la apertura de la Cátedra de Filosofía, aspirando a contar con el apoyo de la ciudadanía. A la reunión ampliada del Cabildo se hizo conducir con lazarillo, el ciego don Diego Meléndez de Valdez, vecino de la Villa. En medio de la algarabía por conseguir los recursos, el invidente preguntó por el costo de la nueva Cátedra: “¿Cuánto es lo que se necesita para para fundar la Cátedra de Filosofía?” Seis mil pesos, le dijeron. Con voz atronadora y segura, don Diego sorprendió al auditorio: “Pues con mi hermano Manuel nos suscribimos en los $6000 pesos”.

La generosa oferta y correlativa donación se elevó a escritura pública el 15 de octubre de 1811, pagándose así: Con un globo de terreno de la hacienda El Hobito, de la jurisdicción de Pinchote, por valor de 4 mil pesos, de propiedad de don Diego; y con una parte de la finca El Carrizal, ubicada en ese mismo municipio por valor de dos mil pesos, a nombre de don Manuel.

Las condiciones establecidas fueron claras y precisas: una, que la Cátedra de Filosofía debía funcionar en la Villa; otra, que el nombramiento del catedrático lo harían los fundadores y desde luego, por méritos; una tercera relacionada con la jornada completa del catedrático; una cuarta, sobre la imposibilidad del cambio de destino de la donación; y finalmente, la designación de los santos patronos “los gloriosos san José y san Pedro de Alcántara, en cuyo día se cantará una Misa con la solemnidad posible y a beneficio de las almas del purgatorio, cuyo costo lo sufragarán el Catedrático y sus discípulos, debiendo éstos confesar y comulgar en el citado día, para que de este modo puedan impetrar su auxilio” (referenciado por el padre Isaías Ardila). La ansiada cátedra de Filosofía fue oficialmente reconocida por el General Antonio Nariño, entonces presidente del Estado, el 20 de febrero de 1812. De esta generosa donación de los hermanos Meléndez de Valdez, proviene el carácter de Fundación del establecimiento educativo más antiguo del Departamento.

Lo que sucede a continuación es digno de resaltar porque revela e implica la agudización de la rivalidad entre las ciudades de San Gil y Socorro; en esta ocasión, por un colegio oficial o santanderino. La ley del 28 de julio de 1821 ordenó la creación de Colegios en cada una de las nueve provincias con que contaba la Nueva Granada, incluida en ellas, la del Socorro. Era obvio que esta última, por ser la capital, contaba con mejor derecho que nuestra Villa para lograr el mentado colegio; sin embargo, el Cabildo de la nuestra Villa se la jugó con la diplomacia, la politiquería y/o el tráfico de influencias, al designar como apoderado de la Fundación al doctor Diego Fernando Gómez, quien había sido Gobernador de la Provincia hasta el año anterior y enseguida diputado en el Congreso Constituyente de 1821. Y lo que no debía tener discusión, la tuvo y pronunciada.

El comisionado del gobierno central informó el 17 de mayo de 1824, previa visita a la zona en conflicto, que “la Villa del Socorro tiene mal temperamento, muy propenso a los cotos y que el edificio del extinguido Convento de los Capuchinos, destinado por el Socorro para este Colegio, estaba muy deteriorado y que su refacción costaría de cuatro a siete mil pesos, que no hay de donde se saquen… Que la Villa de San Gil reúne mayores ventajas por su temperamento sano, por la abundancia de aguas y por las rentas de propios que se hallan en muy buen estado”.

Así las cosas, el General Santander, mediante Decreto del 13 de febrero de 1822, zanjó el asunto: “Artículo Primero: Mientras se resuelve definitivamente en qué lugar de la Provincia del Socorro se pone el Colegio o Casa de Educación, créase en la Villa de San Gil una escuela de primeras letras para niños y otra para niñas, una Cátedra de Gramática y otra de Filosofía”. Como era de esperarse, los socorranos reclamaron al Gobierno central por el tratamiento discriminatorio, el cual contestó con un Decreto del 28 de abril de 1823, que contemplaba la creación –también- de una cátedra de Filosofía en la Villa del Socorro. Sin embargo, ésta guerra académico-cultural, apenas comenzaba. 


 

LA EDUCACIÓN PATRIARCAL

EL COLEGIO SAN JOSÉ DE GUANENTÁ (2)

Por cuanto el Gobierno central no había tomado la decisión final sobre la sede del Colegio Provincial, el apoderado de nuestra Villa Dr. Diego Fernando Gómez urgió a los cabildos de San Gil y Barichara a que se manifestasen ante el Supremo Gobierno y a conseguir un inmueble mejor que el “ruinoso” del Convento de los Capuchinos ofrecido por el Socorro. Además, los estudiantes sangileños deslumbraron al nuevo visitador oficial con la presentación de actos literarios y culturales, al punto que lograron doblegar su voluntad y querer, a favor de nuestra Villa. Pero los socorranos no cejaron en su empeño: arreglaron el antiguo Convento, alegaron que habían aportado cuotas muy altas para que se lograra la libertad de la República, no sólo en sangre sino con fondos de su erario público; y aún más, ofrecieron ceder los bonos de deuda pública de guerra adeudados por el poder central, todo con el objeto de lograr la fundación del Colegio en su ciudad.

Por petición del apoderado Diego Fernando Gómez, los sangileños hicieron “un último esfuerzo” de carácter político administrativo, consistente en que los cabildos de Barichara, Charalá, Zapatoca, Pinchote, El Valle y Guane solicitaran la sede del Colegio para la Villa. Y fue así como el General Francisco de Paula Santander, en calidad de vicepresidente encargado del Poder Ejecutivo dictó un Decreto el 22 de mayo de 1824 mediante el cual, el Colegio de San José de Guanentá se establecería en la Villa de San Gil. Pero como los socorranos no se resignaron ante la derrota político-administrativo-cultural propinada por el poder central, éste debió proferir un Decreto el 15 de enero de 1826, mediante el cual se autorizaba la fundación de un Colegio Universitario en el Socorro, de igual categoría que el de San Gil.

Vale la pena anotar, como complemento histórico cultural, que el mismo General Santander, mediante un Decreto del 7 de julio de 1824 creó el Colegio de Vélez, con cátedras de gramática y filosofía. Queda como ejemplo y enseñanza de esta loable pugna cultural entre los dos pueblos hermanos, que el empeño, el tesón y la unión de la gente, puede doblegar la sagacidad y viveza del rival. Ambas Villas obtuvieron por vías diferentes, buenos resultados, pero la rivalidad y la desconfianza se acrecentaron entre ellas, sin rienda ni control. Como la vida no se queda con nada, muchos años después (en la década del 90), ante la ausencia de liderazgo político, la Villa de San Gil perdió la oportunidad de lograr una sede de la Universidad Industrial de Santander UIS, situación que fue aprovechada, -como verdadero desquite histórico-, por la ciudad del Socorro. Y como los males y desgracias no vienen solos, se escuchan rumores fundados en el sentido de que la sede de las Unidades Tecnológicas de Santander UTS, existentes en San Gil, podría ser trasladada a la Villa del Socorro, habida cuenta la incapacidad y desinterés de nuestra clase dirigente.

Una de las Rectorías del Colegio más controversiales en el siglo XIX fue la del presbítero Dr. José Pascual Afanador, de 1832 a 1837. A él nos referiremos en posteriores crónicas, dada su confrontación con la “nobleza” sangileña de su época. En lo tocante al manejo administrativo del Colegio es justo reconocerle el empuje intelectual y académico impreso al establecimiento: “Yo me propuse que se establecieran las enseñanzas que había en la Universidad, y en la mayor casa de educación de Bogotá: Literatura, Idiomas, Filosofía, Jurisprudencia civil, Derecho Canónico, Teología, Medicina, Dibujo y Música”. Y sin duda alguna, el interés puesto en la construcción del edificio, que llamamos ‘la Casona’. Al respecto, con su acostumbrada ironía, el clérigo expresa que en esta tarea, las donaciones y aportes de los “nobles” no pasaron de mil pesos y de algunos materiales, y que “todo lo demás se sacó de la masa del bajo pueblo”; fue el Cura el que organizó y logró ‘convites’ de 200 y más artesanos y labriegos, en los que se transportaban la piedra y los zurrones llenos de tierra, que bajaban desde la ‘colina del Ensayadero’ (la loma del actual Hospital).

Un hecho que golpeó posterior y fuertemente el funcionamiento del Colegio provino de la Cámara Provincial del Socorro, la cual por medio de la Ordenanza 10 del 30 de septiembre de 1852, suprimió el carácter Provincial del mismo y lo redujo a un simple colegio parroquial o municipal. Las consecuencias fueron tan graves que, aunado este hecho a las luchas políticas intestinas del país, de 1858 a 1862, el Colegio de San José de Guanentá permaneció cerrado.

A finales de este año, el Cabildo municipal decidió convocar nuevamente a la Rectoría al Presbítero Dr. José Pascual Afanador, quien como gran escritor y eximio literato que era, respondió: “…sólo una cosa exijo como condición indispensable para que mi trabajo no sea ineficaz y estéril: la unión de todos los sangileños… En el caso contrario, nada podría hacer yo en un pueblo en el que los hombres y familias de uno y otro bando se hostilicen recíprocamente.

Si la unión ilustrada y patriótica de los sangileños requiere para cimentarse, el sacrificio de mi reposo, yo lo ofreceré gustosamente en aras de la concordia pública” (citado por el padre Isaías Ardila, página 271). “Siquiera se murieron” los Patriarcas sangileños sin ver el eclipse de sus esfuerzos y sin tener que condolerse de la incapacidad de sus descendientes.