lunes, 31 de julio de 2023

San Gil, tierra de ilustres personajes. Pedro Fermín de Vargas


 

En esta oportunidad conoceremos aspectos importantes de la vida de Pedro Fermín de Vargas y Sarmiento (San Gil, 3 de julio de 1762-Nueva York, 1811 o 1813) fue un naturalista y economista colombiano. Educado en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Santafé entre 1776 y 1780, a partir de 1784 se convirtió en discípulo muy apreciado del sabio José Celestino Mutis en su recién establecida Expedición Botánica. Por mediación de tan ilustre mentor obtuvo sucesivos nombramientos como funcionario del gobierno en tiempos de los virreyes Manuel Antonio Flores, Antonio Caballero y Góngora, y José de Ezpeleta. Mientras se desempeñaba como corregidor de Zipaquirá en 1789, en diciembre de 1791 huyó de esa población en compañía de una mujer casada -Bárbara Forero- dejando atrás empleo y hogar.

De la pluma del doctor Raúl Gómez Quintero en su libro “San Gil ¡Grandeza y decadencia de un pueblo!” conoceremos semblantes importantes de la vida de este sangileño.

PEDRO FERMÍN DE VARGAS. EL PRECURSOR DE “EL PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA” (1).

Ese sábado 16 de diciembre de 1791 se debía dar inicio a la Novena de Los Aguinaldos en Zipaquirá, Cundinamarca, como era la costumbre impuesta por los españoles. Pero la noticia pueblerina fue un matutino chisme pasional y faldero: el sangileño PEDRO FERMIN DE VARGAS, quien fungía como Corregidor de la Corona Española en la Provincia de Zipaquirá y Ubaté, se había escabullido con su amante doña BÁRBARA FORERO, la ‘propia’ mujer del hacendado don Ignacio Nieto. El Corregidor había dejado abandonados a su legítima esposa CATALINA VENEGAS y a sus hijos, mientras que la dama había hecho lo mismo con su marido y su prole. La comidilla popular se deshilvanó por completo: ellos eran amantes desde hacía algún tiempo y el único que lo desconocía era el banderilleado marido, que vivía ocupado cuidando sus también cornudas vacas lecheras. Parece que la naturaleza es sabia en este sentido, porque al decir de muchos, ‘ojos que no ven, corazón que no siente’.

PEDRO FERMÍN tenía entonces 29 años; aunque era de regular estatura su fisonomía era atractiva: los ojos tenían el color de la miel hirviente de los trapiches guanentinos; su cabellera negra era frondosa y bien cuidada; su forma de vestir españolizada lo distinguía de la elemental campesina cundiboyacense, y de la escasa clase alta del pueblo; pero su posición social y política lo enaltecía en lo demás, ya que era el representante financiero de la Real Audiencia y por consiguiente del Rey de España, a donde iban a parar los ingentes recursos que se percibían de las minas de sal, que estaban bajo su cuidado. La chismografía popular agregaba que su esposa Catalina no lo secundaba en sus ingenuas ideas libertarias del gobierno español, por la potísima razón que de él hacían parte y usufructuaban algo de ese dominio; aunque no pocos, insinuaban que CATALINA, como es propio de todas las mujeres, si sospechaba de las andanzas sentimentales de su pareja.

A su vez, doña BÁRBARA hacía honor a su nombre por la sin igual belleza heredada del cruce de un bizarro ibérico con una hija de cacique indígena; su estatura física sobrepasaba la de su amante; vestía con faldas coloridas y blusones estocados con finos encajes; cuando se recogía el largo y cuidado cabello lo adornaba con galantería valiéndose de las flores recién cortadas de su jardín; su porte de dama nobiliaria sobresalía entre las enruanadas campesinas. Las viperinas lenguas sostenían, sin saberse cómo y porqué, que hacía rato no compartía lecho conyugal con el finquero don Ignacio. Lo cierto fue, que seis años después, enfrentada a juicio en Santafé (en 1797) por abandono de hogar, se mantuvo en que no volvería a convivir con su esposo.

A partir de este incidente de fondo apasionadamente faldero, PEDRO FERMÍN se convirtió en el personaje neogranadino más buscado y perseguido por el gobierno español, pero no por haber abandonado el puesto oficial de Corregidor de Zipaquirá y Ubaté, ni menos por haberse llevado la mujer de un finquero, sino porque también se había alzado con los dineros del erario púbico de la Corona española provenientes de la explotación de las minas de sal de la región. Y la suma debía ser considerable para poner en calzas prieta a la Real Audiencia santafereña y para optar por una expatriación voluntaria, que no tendría retorno.

Para entonces, el neogranadino más buscado era el venezolano FRANCISCO MIRANDA porque atentaba directamente contra el régimen español, como que era el revolucionario que desde Europa y las Antillas empezaba a enfrentar batallas bélicas reales, atrevidas y hasta temerarias. El otro revolucionario, que era el peor para la Corona, por fortuna ya estaba preso en Cádiz, España y se llamaba ANTONIO NARIÑO, porque se hallaba propagando las doctrinas malsanas de Los Derechos del Hombre y del Ciudadano que habían originado la revolución de Francia en 1789.

PEDRO FERMÍN era un hombre muy inteligente y venía planeando el autoexilio con su BÁRBARA amante; había logrado vender su preciada biblioteca a su amigo y compañero de preocupación emancipadora don ANTONIO NARIÑO, antes que éste fuera apresado; y precisamente con él había fundado la logia masónica “El Arcano Sublime de la Filantropía”, que tenían disfrazada de círculo literario. De Zipaquirá viajó solo a Santafé en donde se encontró con Bárbara y tomaron la vía al Llano cruzando los valles del San Martín y del Orinoco hasta llegar a Puerto Cabello; de aquí zarparon hacia las Antillas con nombres y pasaportes falsos, pues en adelante y por un tiempo se llamarían Fermín Sarmiento y Ana Josefa Arias.

PEDRO FERMÍN DE VARGAS había nacido en San Gil el 3 de julio de 1762, en el seno de una familia acaudalada y pudiente; fue llevado al Colegio Mayor del Rosario de Santafé, en donde se graduó en jurisprudencia, de políglota, economista y botánico, un año después de la grandiosa pero fallida revuelta de los Comuneros. Vale la pena aclarar, que nuestro personaje es homónimo del Pedro Fermín de Vargas, el militar charaleño que acompañó a Bolívar en la guerra por la Independencia, y quien muriera heroicamente en la batalla de El Santuario. Éste fue un militar heroico que ofreció su sangre por la patria; nuestro paisano fue solo un conspirador a ultranza, desde el país de Albión, y no se supo cuándo, de qué, cómo, ni dónde murió.


 

PEDRO FERMÍN DE VARGAS. EL PRECURSOR DE “EL PRECURSOR DE LA INDEPENDENCIA” (2).

En 1782, luego de terminar los estudios en el Colegio Mayor del Rosario, PEDRO FERMIN DE VARGAS fue elegido como colaborador de la EXPEDICIÓN BOTÁNICA que coordinaba el sabio español JOSÉ CELESTINO MUTIS. Por sus buenos contactos con los ibéricos fue llamado en 1784, directamente por el Arzobispo Virrey ANTONIO CABALLERO Y GÓNGORA, (y quien en adelante fue su protector), como cuarto oficial de la Secretaría del Virreinato; y luego, lo recomendó para hacer parte de nuevo de la Expedición Botánica. Este Arzobispo fue el mismo que ayudó a la Real Audiencia a engañar y traicionar a los Comuneros en Zipaquirá y el que copatrocinó los sacrificios de sus líderes Galán, Ortiz, Molina y Alcantuz, entre otros.

En la Expedición Botánica, PEDRO FERMÍN se destacó por su estudio y dedicación, pero puntualmente, por el aporte que hiciera sobre la planta o bejuco llamada Guaco, o según los indígenas huaco, guao o hierba de serpientes. Para comprobar su poder curativo se tomó un brebaje de esta planta y luego se hizo morder de una serpiente, logrando contrarrestar con dicho antídoto el veneno inoculado. Pero, a decir verdad, dicha cura era ancestral indígena y lo que se innovó fue el nombre científico del bejuco: ‘mikana guaco’.

En 1789 PEDRO FERMÍN fue nombrado Corregidor de Zipaquirá y Ubaté por el virrey José Manuel de Ezpeleta y Galdeano, cargo en el que permaneció hasta cuando se fugó en 1791 con su amante Bárbara Forero y se alzó con los dineros del erario público español. La pareja de enamorados vivió en las Antillas hasta 1797 cuando decidieron separarse. En el interregno Pedro Fermín se dedicó a la botánica, a la medicina y a hacer contactos en Europa con los neogranadinos que tenían ideas independentistas de los españoles. Su separación sentimental lo favoreció en cuanto pudo desplazarse a Europa en busca del venezolano Francisco Miranda, con quien entabló amistad personal y política desde el 17 de noviembre de 1797 y hasta 1804; los unía el interés por promover y organizar desde Europa la liberación de las colonias españolas.

Fue a su amigo Francisco Miranda a quien Pedro Fermín reconoció que su aventura amorosa con Bárbara Forero había sido “un extravío imperdonable” porque lo había marginado del proceso revolucionario. Como conspirador, en las Antillas se hizo llamar Pedro de Oribe y en Europa como Peter Smith, utilizando pasaporte otorgado por el gobierno inglés, en procura de su protección.

Existe unanimidad entre los historiadores en cuanto a la influencia ideológica de Pedro Fermín en la formación política de Francisco Miranda: aquel era más visionario, pragmático y conocedor directo de la situación socioeconómica del reino de la Nueva Granada, contaba con la experiencia política y administrativa que había tenido como funcionario e incluso por su amplia formación académica. Ambos presentaron en 1799 a la consideración del Ministro británico William Pitt un estudio -de factura intelectual de Pedro Fermín-, para justificar la ayuda inglesa a la emancipación española “dadas las riquezas del virreinato” y las cuales ofrecían como contraprestación futura.

En 1803 Pedro Fermín empieza a defender la versión de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que había formulado el mallorquí Picornel tomada de los 35 artículos propuestos por el francés Danton en 1793, que eran más radicales y beligerantes que los aprobados por la Asamblea

Nacional de 1789. Esta nueva posición contrariaba o trataba de superar lo expuesto y defendido con Nariño en Santafé, diez o doce años antes.

En esa misma época Pedro Fermín produjo escritos de corte económico y político bien interesantes, como uno dirigido a los ingleses sobre la “Relación sucinta del estado actual de las colonias españolas en la América Meridional”, el “Discurso sobre el río Magdalena” o el denominado “Pensamientos políticos y memoria sobre la población de la Nueva Granada”, en donde sostiene, -apoyando el ideario de Antonio Nariño-, que el gobierno hegemónico de España ha impedido el desarrollo de las colonias, que se hace necesaria una libertad de comercio y la creación de una flota mercantil nacional, que se debe permitir el establecimiento de industrias textileras, de vidrio, de papel, de hierro e incluso la explotación del petróleo; y hasta adelantar la apertura de vías que comuniquen con el río Magdalena. Por esta razón es considerado el iniciador de los estudios económicos en el país y la SOCIEDAD COLOMBIANA DE ECONOMISTAS otorga la Medalla Nacional con su nombre, por haberse destacado como un naturalista de la mano con la Economía Política.

Sin embargo, la piedra de la discordia con el precursor Miranda y lo que ocasionó la ruptura total de su amistad fue la idea sobre la forma de abocar el proceso de emancipación: para Pedro Fermín debía adelantarse desde México en tanto que para Miranda el punto de partida debería ser Venezuela. Y el escrito del sangileño “Memorial sobre la América Hispana y la preferencia que debe darse a México sobre Venezuela y Nueva Granada para una invasión inglesa”, fue el detonante. A partir de entonces, nuestro personaje desapareció de la escena política, y Francisco Miranda no solo logró que su idea de la bandera tricolor se agitara en Venezuela, sino que fuera retomada por Colombia y Ecuador, países que conformarían la Gran Colombia; y que fuera Venezuela la puerta de entrada de la libertad de los cinco países bolivarianos; y más aún, que fuera un venezolano el que empuñara la espada de la libertad. La historia dio la razón a Miranda y a Bolívar: no hubo necesidad de ‘INVASIÓN’ alguna porque los deseos patrióticos eran de ‘LIBERACIÓN’; sencillamente, ¡porque no se quería cambiar de amo!

No se ha podido comprobar la fecha ni el lugar de la ocurrencia de la muerte de nuestro paisano Pedro Fermín de Vargas, pues la disparidad de ciudades es desconcertante: París, Londres, Nueva York o Caracas; muchos creen que murió en 1809 antes del grito santafereño de independencia y otros sostienen que fue en 1811 porque un funcionario no identificado de la Secretaría de la Junta de Caracas, el 11 de febrero de ese año refiere la recién acaecida muerte de Pedro Fermín, sin agregar ningún otro detalle.

¡En las guerras de liberación de los pueblos, es la sangre de los héroes la que permite autenticar la libertad de los mismos, como se sellan con el lacre rojo hirviente los documentos importantes que garantizan su autenticidad!

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