viernes, 7 de julio de 2023

San Gil. La creación de una Villa.


 

SIQUIERA SE MURIERON LOS PATRIARCAS. LOS ORIGENES.

Por: Raúl Gómez Quintero.

El prototipo del sangileño comenzó a gestarse con la misma fundación del pueblo, cuando Leonardo Correa de Betancurt lideró, con algunos habitantes  de los poblados Mochuelo y Guarigua, la creación de una Villa; éste ciudadano, no sólo regaló el terreno en donde se iría a erigir, sino que otorgó la fianza de “mil pesos de oro de veinte quilates”, exigida por la Corona para el evento que el intento no prospera. Por mandato real vigente, la Fundación de un pueblo debía contar con la autorización de la Corona Española, representada en el Reino de la Nueva Granada por el español proveniente de Lima Dr. Gil Cabrera y Dávalos, a la sazón Gobernador y Presidente de la Real Audiencia. La pretensión contó con el rechazo y oposición del Curato de Guane, alegando que se menguarían  los ingresos parroquiales, y de los Cabildos de Vélez y del Socorro, por afectación de sus jurisdicciones e ingresos. Lo cierto fue que, a pesar de estas oposiciones la Real Audiencia otorgó la Licencia de Fundación el 17 de marzo de 1689, con el nombre de Villa de Santa Cruz y San Gil de la Nueva Baeza, la cual fue confirmada por Auto del 11 de mayo siguiente. El propio rey de España Carlos III, El Hechizado, le reiteró el título de Villa y otorgó el Escudo de Armas.


 

San Gil empieza a cobrar auge después de la independencia nacional  de la Corona Española, como que aportó egregios e ignotos patriotas  a la causa  libertaria, pero en especial el 13 de junio de 1828 cuando el Libertador Simón Bolívar estuvo en la Villa, al reiterarle el apoyo mediante proclama de jefe Supremo de la naciente República. Era entonces un San Gil “grande un altanero, un pueblo de hombres libres que odiaba las cadenas… Una raza con sangre entre las venas… Siquiera se murieron” los patriarcas de entonces “sin ver cómo se mella (ro)n los perfiles”.

Cuando se creó el Departamento de Galán, según la ley de 1905, se erigió s San Gil como su capital; comprendía las provincias  de Guanentá, Galán, Socorro, Charalá y Vélez; lastimosamente fue extinguido el 1 de mayo de 1910. Hasta hace treinta años. San Gil era la tercera ciudad de Santander, luego de la capital y de Barrancabermeja; a hoy, nos sobrepasaron Floridablanca, Piedecuesta y Girón, y sentimos Las amenazas de otros pueblos. “Siquiera se murieron” los patriarcas sangileños que lo que lo hicieron grande sin ver la decadencia de su pueblo.

Nuestros mayores,  con la persistencia y tozudez de los creyentes y movidos por el sentimiento de  caridad con los desvalidos,  crearon el Hospital San Juan de Dios; fue así, como el desprendimiento económico del presbítero Basilio Vicente de Oviedo (en 1748) permitió dotar con dos casas viejas y sus solares anexos, el incipiente hospital; y en el siglo pasado, grandes benefactores sangileños permitieron sostenerlo: Luciano Galvis donó el terreno para el nuevo y actual Hospital San Juan de Dios Silva, ofrendó su hacienda El Cunday;  Ricardo Márquez Uribe, su finca de Bócore; Abelardo Toledo Perico, la hacienda Guanentá para los hospitales de San Gil y Socorro ( la misma que evaporaron unos politiqueros vigentes); Tito Ordoñez Silva y herederos con un Pabellón  para oftalmología, José Dolores Rodríguez, Síndico pulquérrimo de la institución, quién por donar una nómina de pago a los empleados fue injustamente glosado e investigado por la contraloría; o Luis Vesga Navarro, igualmente Síndico  honorable y honrado, quien donó su pensión mensual al hospital, y hasta su muerte. Todos ellos trataron de aliviar los dolores de los menesterosos, abandonados y olvidados, metiendo mano a sus propios bolsillos, imbuidos de generosa solidaridad, sin culpar al gobierno o al Estado de la situación, ni esperar de él la solución. ”Siquiera se murieron” estos patriarcas sangileños sin sospechar que sus descendientes no sólo perdieron el valor  de la solidaridad, sino que los políticos se tomarían como aves de rapiña, el presupuesto oficial destinado a la salud.

Con las mismas pretensiones humanitarias crearon un Hogar para Ancianos, cuyo nombre lleva el de su más representativo benefactor: Manuel Silva Uribe; y el Asilo del Niño Jesús para los innumerables infantes huérfanos o abandonados, según idea de las matriarcas Elisa Gómez de  Rueda, Leonor Rueda de Rueda y Eva Silva de Ribero o la propia escuelita del Niño Sordomudo adelantada por el Club Rotario de San Gil, en una casita del Tropezón que reconstruyera para tal efecto y diera al servicio el 2 de junio de 1986. Todas ellas fueron obras brotadas de corazones generosos y altruistas; pero como estos se han ido extinguiendo, el Estado deberá sostenerlas  con los impuestos de los contribuyentes. Ya no se tratará de altruismo, generosidad o caridad, sino de elemental solidaridad, virtud civilista por excelencia.

°Poema "Siquiera se murieron los Abuelos” del antioqueño Jorge Robledo Ortiz (1917-1990).

Tomado del libro: San Gil ¡Grandeza y decadencia de un pueblo! De Raúl Gómez Quintero.  


 

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